Practicar la técnica de concentración ayudaría a disminuir el estrés y la ansiedad

Científicos sostienen que meditar puede resultar más útil que místico

Eliana Galarza.


Finalmente, parece que decir "ommm" y entregarse a la meditación puede resultar más útil que místico. Y más aliviador que pintoresco. Según un estudio de la Universidad de Wisconsin y publicado en la revista Proceeding, de la Academia Nacional de Ciencias de los EE.UU., meditar puede ser una de las herramientas más poderosas para vencer al estrés. Buena para bajar un cambio y, de paso, mejorar la capacidad de concentración.

El estudio de Wisconsin, que no es reciente, volvió a primera plana en estos días porque el mismísimo Dalai Lama se animó a citarlo y comentarlo en tono científico, algo que levantó polémica entre los neurólogos más ortodoxos de EE.UU. Consultados por Clarín, expertos locales opinaron sobre la influencia de esta disciplina en el plano médico.

"La meditación no es un fenómeno reservado para místicos", arranca Daniel López Rosetti, presidente de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés (SAMES). Según él, que además es cardiólogo, se trata de un proceso con fundamento neurofisiológico. Para entender en dónde y cómo actúa, conviene repasar algo de anatomía. En el hemisferio izquierdo del cerebro hay un predominio de las funciones lógico-matemáticas y secuenciales; mientras que en el derecho se asientan las de orden más general; por ejemplo, el reconocimiento de rostros, la ubicación espacial, la creatividad, la "espiritualidad".

"Meditar significa fijar la atención del hemisferio izquierdo en el llamado objeto focal. Ese acto de concentrarse permite la liberación del funcionamiento del hemisferio derecho, donde se asienta el mundo emocional. Eso es meditar", detalla López Rosetti. El objeto focal puede ser cualquier cosa que atraiga, en forma continua y persistente, la atención del hemisferio izquierdo. Es decir, puede ser el "ommm..." de los yoguis, pero también el concentrarse en el proceso de respiración (conocido como pranayama, también entre los yoguis) o en mandalas (imágenes simétricas concéntricas), utilizados por monjes tibetanos. La cuestión es concentrarse y para eso también sirve mirar sólo un punto o fijar la vista en la luz de una vela.

"Las investigaciones deben continuar, pero algunos estudios demuestran que puede ser beneficiosa contra la ansiedad, depresión, estrés, hipertensión arterial y enfermedad cardíaca, aunque siempre utilizándola como complemento del tratamiento médico", asegura Facundo Manes, director del Instituto de Neurología Cognitiva (INECO). Queda claro que además de tratarse de un acto de concentración, no va a dar resultados apenas se realice la primera meditación. Como en otros aspectos de la vida, la continuidad es importante. "La meditación no puede ser separada del concepto de conciencia, en cuanto implica instrospección y reflexión sobre sí mismo. Creo que su relación con el estrés es un aspecto primario porque las sensaciones que puede dejar la reflexión sobre uno mismo son, o pueden ser, sumamente variables, y eso puede condicionar el posterior estado espiritual, que puede o no conectactarse con el estrés", sostiene Roberto Sica, jefe de la División Neurología del Hospital Ramos Mejía.

Para quienes viven por y para la meditación, como los profesionales de Fundación Indra Devi o Casa Luz, meditar es más que eso: es un mundo de vibraciones.


El estudio que abrió el debate

El estudio más ambicioso sobre estrés y meditación estuvo a cargo de la Universidad de Wisconsin, en los Estados Unidos. Los científicos de esa casa de estudios trabajaron en forma conjunta con el monasterio Schechen Katmandú, de Nepal.

Lo primero que hicieron fue definir qué se entiende por meditación, sobre todo porque es una técnica que engloba varias tradiciones culturales e incluye distintos métodos de concentración, de respiración, de disposición física y, también, de visualizaciones (producto de focalizaciones en objetos), o su opuesto, es decir la no focalización de objeto alguno.

Optaron por ver qué pasaba sin un objeto determinado. Así estudiaron a un grupo de monjes budistas y a otro de control (sin experiencia en estas disciplinas). Los indujeron a generar un estado como de amabilidad incondicional. En eso coincidieron con algunas escuelas budistas de India, China, Japón, Corea y el Sudeste Asiático en general.

Por conocimiento previo se sabía que existe algo que se llama sincronía neural en los procesos mentales como la atención, el aprendizaje y la memoria activa. Lo que observaron en Wisconsin, a través del estudio de imágenes cerebrales, es que en el caso de los budistas esa sincronía estaba altamente ordenada. Quienes no eran budistas registraron, además, una disminución de la frecuencia cardíaca, de la presión arterial y en sus cerebros se pudo ver cómo los mecanismos antiestrés se ponían en marcha.


FUENTE:
http://edant.clarin.com/diario/2005/10/30/sociedad/s-03901.htm